Ha llegado
el final.
No hay más
tristeza que en el momento de partir, cuando sientes el adiós adelantado, saber
que será la última vez.
Los finales
llegan sin avisar,
un
presentimiento que se despide en voz baja, clavando toda la
melancolía en el centro de tu cuerpo, en la herida abierta.
Te hace
olvidar lo bueno, lo tiñe todo de negro, violeta… huele a gas.
Yo he
sentido mi adiós,
el final de
la fuerza de esta tierra que me atrapó al llegar. Hoy sin saberlo me despedí de los lugares,
no volveré.
Y me siento
fuera aún estando dentro. No puedo creer que mañana
o pasado,
ya estaré
lejos.
Siempre
lejos de todo. Lejos como Heródoto, siempre en marcha hacia no se sabe qué.
A dónde.
Terminada
como se termina de comer.
Estoy feliz,
he conocido
y besado a todos los que me esperaban, he olido sus cuerpos y compartido
historias. Soy tan afortunada…
Agradezco
ser quien soy, aun teniendo que partir a cada rato.
El dolor del
final se sabe ganador,
es inevitable.
El final
para el comienzo,
quiero
terminar y encontrarme al principio de nuevo.
Así ir
viviendo todo lo que venga, equivocándome y volviendo a empezar.
Gracias.