14.10.11

Recuerdo(s).

Recuerdo en mi cabeza cómo era todo antes de comenzar.
Me gustaría poder recordar cada milímetro de historia, de sentimiento... la memoria es traicionera y sólo me muestra partes del todo, como flashes perdidos de todo lo que pasó.

Estoy segura de que yo he ido cambiando, y que hoy ya no recuerdo, quién fui antes de empezar. He roto mis esquemas para construir otros nuevos, más fuertes. Estoy orgullosa de mi paso por esta pequeña historia, de casi un año (algo menos) y mirar hacia delante con ojos nuevos.
Todos los personajes que me han acompañado han sido tremendamente importantes; cada destino, cada rostro, cada momento de soledad ha ido alimentando mi tiempo, y mi corazón.

Nigeria me vio llegar con una mochila que rebasaba la altura de mi cabeza y me llamó "blanca" por primera vez. Allí conocí a la embajada (la burbuja blanca) que después me fue acompañando país por país, a la que le agradezco algunas cosas.
Encontré al hombre gris, y él me enseó lo que se siente al ser visto por primera vez, con los fulanis, no he podido borrar de mis recuerdos a esos negros de ojos claros. Tom y Jenevieve me acogieron en su casa, en su apartamento, en su habitación y me hicieron sentir qué significa (con-)vivir con negros (mi primera ducha a cubo, los primeros apagones de luz, la primera comida compartida, la primera noche africana, la primera vez que alguien me cogía algo sin preguntar, la primera vez que formé "equipo" con desconocidos, la primera tormenta, la primera vez que hacía turnos para cargar el móvil...). Una experiencia que aún les agradezco.

Me marché, la historia continuaba,
a solas. Otra vez.

Malabo vino después. Llegar a un país africano y que te hablen en español es algo único y especial que cambia mucho las cosas (y no sólo a nivel de entendimiento: comida=comida, lluvia=lluvia). El entendimiento (insisto no lingüístico) es diferente. Las palmeras, y su bosque (y no selva) como ellos lo llaman me sorprendió profundamente. Nunca había estado rodeada por tal espesura de verde, las ceibas, los helechos arbóreos, las bananas, la lluvia tropical, los caminos, la tierra mojada... estuvieron a la altura de lo que Guinea Ecuatorial debía significar. Agradezco a Carlos, a Toni, a Patricia, a Juan Carlos, a Coronel, a Pepe "Spielberg",Francesca... por las risas, por los cafés en el "huevo frito", por la música en el coche, por llevarme la maleta, por las charlas, por la acogida, por la disponibilidad, por la cercanía, por la maceta, por la espontaneidad, por elegir el color de la cesta... Eso sí, como isla, dejó algo que desear ¿por que dan la espalda al mar?

Fue corto.
Pero volví.

Con un abrazo y la sensación de "volver" a casa, me reencontré con Malabo un poco después de la primera vez. Yo debía continuar un poco más, Bata me esperaba al otro lado del mar. De allí, sin duda, me marcó conocer a "Orígenes", a Gorsy, a Ángela (y a su padre), a Papú (¿lo he escrito bien?). No me había sentido así desde hacía mucho tiempo y por unos días me enamoré de todo lo que me pasaba, y disfrute sin prisas lo que se iba compartiendo. Descubrí que me gusta el coco (natural), que se puede hacer té con según qué hierbas, que para evitar engaños en el taxi tienes que mostrarte firme y no vacilar... y esperar al cambio antes de bajar.
No se han borrado de mi memoria todavía, las risas y los bailes con Oscar al volver de Bata a Malabo ni las charlas y las sesiones de cine con Pepe (gracias por todo). Ni las alitas de pollo de aquél rincón donde los nuevos ricos dejan el coche en marcha con la música a tope mientras se bajan a recoger su pedido de alitas.

Me costó partir.

Tampoco olvido la llegada al aeropuerto de Dakar. ¡Fue impresionantemente caótico! así lo recuerdo yo... nada que ver con la vuelta donde parecía ser un aeropuerto normal.

Fue el destino que me hizo romper.

La pobreza, los enfermos, los niños talibés, la lucha diaria por sacar adelante una economía imposible, la religión, la presión familiar, la falta de canalización de aguas (y las letrinas), la descordinada recogida de basura, el regateo constante, el ser tubaab (extranjero/blanco), la pasividad, las apariencias mantenidas, la lucha por parecer ser en vez de ser... me hicieron reflexionar más que en otros lugares, donde antes había intuido todo esto aunque a otros niveles.

Lo que salvó a Senegal fue la gente que allí habita. Todos ellos salvaron el esfuerzo y mis expectativas.

África te derrumba los esquemas con un disparo a matar de realidad que sólo puedes comprender si de verdad quieres hacerlo, y que después de haberlo vivido y aceptado, te atrapará hasta... (¿siempre?) y tus valores e ideas preconcebidas, tus sueños... no volverán a ser los que fueron.

Aceptas tu pequeñez,  tu incapacidad para responder y comienzas a vivir.
Sin más.
Desde otro lado.


La historia sigue un poco más, ya veremos, pero llegada a este punto, mis dedos me pedían compartir una entrada. Aquí la dejo.

GRACIAS TAMBIÉN A LOS QUE NO HE NOMBRADO, ELLOS SABEN QUE TAMBIÉN ESTÁN.